Después de un tiempo en silencio

¿Cuántas palabras llevamos dentro? Aunque la pregunta está mal planteada, hace tiempo que me obsesiona. Nunca he sentido durante el proceso creativo que estuviera creando algo nuevo; siempre he tenido la sensación de estar recomponiendo una única idea que no termina de tomar forma tal y como la deseo. ¿Cuántas combinaciones de esas palabras que llevamos dentro, podemos componer? y desde luego, lo fundamental: ¿cuántas de ellas realmente son hermosas, brillantes, conmovedoras? No tengo la respuesta.



Después de la edición del libro Arquitectura Interior tuve la sensación de que había agotado todas las palabras que pudieran existir en algún pliegue de mi cuerpo, la sensación del vacío, y acompañando de forma íntima, un sentimiento enorme de inutilidad. Embarcarme en la aventura completa de escribir, editar, publicar, vender, ha sido interesante y muy, muy extenuante sentimentalmente. ¿Qué voy a hacer si ya no tengo palabras? Así que ahora, un par de poemas después de un silencio prolongado, estoy reubicando mi alma en un paisaje más amable. La perspectiva de que no he terminado, no he encontrado el único poema que merece la pena escribir, empieza a rondarme las manos y aunque se muestra borrosa, esquiva e incluso dude ante la posibilidad de que sea prosa y no verso el vehículo, parece algo menos inquietante.



Os escribo esta carta, lectores silenciosos, para no prometeros nada, porque aun me duelen las cicatrices de cada poema que tuve que ir a buscar. Os escribo esta carta para deciros que sigo vivo y no me refiero a la carne, sino que creo ser capaz de sembrar el mimbre de donde sacar el tallo con el que crear la flecha que os alcance el centro. Os escribo esta carta para pediros que seáis pacientes porque aun me siento débil, convaleciente y puede que no llegue puntual cuando me necesitéis. Os escribo esta carta porque os quiero y os necesito, porque un poeta no es nada sin un lector, al menos uno que le escuche cuando encuentre esa combinación hermosa que lo explique todo. Os escribo para no sentirme solo, asustado por si no tuviera nada más que escribir, temeroso de que lo hubiera dicho todo y sin embargo nada de lo dicho hubiera sido necesario. Os escribo por necesidad.



Os escribo.